Informar sin partidismo

A lo largo de su centenaria historia, y cada vez más claramente en el último medio siglo, The New York Times se ha alineado editorial e ideológicamente con el Partido Demócrata: el último candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos al que respaldó fue Dwight D. Eisenhower, en 1956. Pese a ello, el diario publicó en 1971 su devastadora investigación sobre los llamados papeles del Pentágono, que demostraban que el Gobierno del demócrata Lyndon B. Johnson había «engañado sistemáticamente» a la opinión pública norteamericana sobre la guerra de Vietnam. Una información que debilitó de forma notable las posibilidades demócratas de evitar la reelección de Richard M. Nixon el año siguiente. (Ya sabemos lo que a Nixon le sucedió a su vez con la prensa independiente...).

Los periódicos no son angelicalmente neutrales, ni tienen por qué serlo en un régimen de libertades y de competencia de ideas. En sus líneas editoriales no sólo quedan reflejadas preferencias ideológicas, sino a menudo los intereses empresariales de las sociedades o las personas propietarias. El lector ha de saberlo, y en ello hallará algunas razones para preferir un periódico u otro.

Lo que distingue a los diarios de países con larga tradición democrática y periodística es que, en amplia medida -no en sentido absoluto, que la perfección no es de este mundo- su política informativa no está condicionada por su línea editorial. Si hay que investigar los trapos sucios del Partido Demócrata, The New York Times se lo tomará tan en serio como el conservador The Wall Street Journal. O más.

Lo que sucede en España, y que el estudio del MIT ilustra hasta con vistosos colorines, es que desde que recuperamos la libertad de prensa hace 35 años y dispusimos de un abanico de periódicos con marcadas diferencias en sus líneas editoriales, la consigna ancestral del «perro no come a perro» se ha observado a rajatabla. Los periódicos no ahondan nunca en las miserias de sus afines ideológicos. ABC y La Razón no le hurgan en la nariz al PP, El País y El Periódico no descubren nada feo en los aledaños del PSOE -y eso que el primero ha tenido encontronazos serios pero aislados con gobernantes socialistas como José Barrionuevo o José Luis Rodríguez Zapatero-, y nadie dice nada sobre la Familia Real... salvo EL MUNDO, que también lo hace con PSOE y PP, confirmando su condición de gadfly paper (en español, «periódico-mosca cojonera»).

Se puede llegar a muchas conclusiones. La más evidente es que ese sometimiento de la información a servidumbres partidistas ha dañado mucho la credibilidad de la prensa.